Venezuela, sobrevivir o vivir mejor
- Robinson Rivera Herrera
- 7 mar 2019
- 5 Min. de lectura
CRÓNICA
Es sábado, 23 de febrero de 2019 y Luis Gerardo González Alarcón, un venezolano que reside en Medellín, vive momentos de angustia e impotencia al ver las imágenes que transmiten los medios de comunicación con la entrada de la ayuda humanitaria a su amado país.
Caracol Noticias, hace un cubrimiento especial, los contenedores soldados al Puente Internacional Las Tienditas, que obstaculizan la entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela se vuelven el punto de atención, lograr entrar es la gran duda que pasa por la mente de todos.
Luis, apoya la gestión de presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, quien en entrevista con Blue Radio hizo un llamado a las Fuerzas Armadas de ponerse del lado de la Constitución. Con los tweets que hacen los medios de comunicación, el panorama se oscurecía, los enfrentamientos en los puentes internacionales Simón Bolivar y Francisco de Paula Santander aumentan la zozobra.
D e entrada, Luis presiente que no pasarán las ayudas, la resistencia de la Guardia Nacional Bolivariana para dejarlas pasar, protegiendo los intereses de Nicolás Maduro son tan evidentes. Además, piensa que al permitir la entrada, Maduro perdería todo el control del país.
Ese día, el mundo ve como le disparan de frente a la sociedad que esta desarmada, suplicando que las dejen entrar. Dejando en evidencia que Maduro comete delitos de lesa humanidad, demostrando que es un dictador.

A las 2:15 de la tarde en el puente Francisco de Paula Santander la guardia venezolana quemó dos camiones con ayuda humanitaria, informan los medios. Él piensa en lo mucho que servirían esas ayudas para tantas necesidades que tiene la gente. Por ejemplo, la mamá de su esposa tiene cáncer y solo la han podido tratar con tres sesiones de quimioterapia.
Comenta que la realidad de Venezuela es muy
grave y los medios solo están mostrando el 5% de lo que se vive. Escuchar y ver las noticias lo afecta fuertemente, máxime que allí vivió. Dejar Venezuela es cortar muchos lazos fraternos, porque en el caso de Luis, toda la familia aún está allá, él es el único por fuera. Conoce casos de amigos donde cada integrante está en un país diferente.
Llamar a su mamá y a sus allegados que están allá, recibir mensajes por Whatsapp con un primo desaparecido, después le envían una fotografía que lo encuentran y fue atacado con 40 perdigones en la espalda, son momentos de rabia que vive, y admite se vuelven difíciles de manejar.
Emocionalmente siente impotencia, porque él está muy bien en Medellín, pero su mamá no. Ella tiene 69 años, vive en San Cristóbal, estado de Táchira, es hipertensa y no consigue medicamentos, él le envía dinero en pesos colombianos para que ella pase a Cúcuta y compre lo que quiera. Cuenta que recién lo visitó, le ofreció quedarse en Colombia con él, pero a esa edad cambiarle el estilo de vida, con sus costumbres y amistades de siempre, es realmente complicado, además que, ella le dijo que como va a vivir de “asomada” en la mitad del matrimonio.
En Barquisimeto, Venezuela, viven sus dos hermanos con sus respectivas familias, están bien económicamente, porque las empresas para retener al personal le está pagando la mitad del salario en dólares y la otra mitad de bolívares. Ellos se rotan cada mes, uno y luego el otro, para viajar a Aruba y poder comprar comida, mercancías y medicamentos para los dos hogares. Ahorita, con la frontera cerrada, los hermanos tendrán que encargarse de su madre, viajar para entregarle mercancía personalmente, porque en Venezuela no hay empresas de envíos.
Empezando de cero
A principios de 2017, Luis y su esposa, tomaron la decisión de irse de Venezuela por la situación compleja, y quedaron que el primero en encontrar trabajo en el exterior se iría y luego el otro. Ella, era gerente de Protect and Gamble en Venezuela, y un día la contacta un jefe que es gerente nacional de ventas en Whirlpool Colombia, ya que estas empresas son filiales, para decirle que la requiere en su equipo de trabajo en Medellín, sin pensarlo dos veces aceptó la oferta.
En agosto, Luis, viajó a Medellín de vacaciones, le gustó la ciudad y renunció a su empleo en Cosméticos Rolda de Venezuela, para empezar a buscar empleo en el país.
En Venezuela dejaron casa propia y tres carros. La casa está nueva, la construyeron durante dos años y se la entregaron dos meses antes de venirse para Colombia; la dejaron con la puerta soldada. Los carros los dejaron, uno lo tiene su suegra, el otro su cuñado y el otro su mamá.
Al principio les costó mucho el cambio, no conocían nada de la ciudad. Vive en un apartamento pagando arriendo y usa transporte público, dice que afortunadamente el servicio excelente en Medellín. Es empezar de cero y tiene planes de comprar casa en Colombia.
“La isla de la fantasía” así describe la gastronomía en Medellín, después de diez años de comer solo lo que había en Venezuela, la variedad de sabores y de opciones le hicieron subir tres kilos en menos de un mes. La ansiedad de probar y volver a comer mucho de lo que un día encontró en Venezuela.
Desde hace varios años, el venezolano dejó de salir a divertirse o ir a un parque, lo que en Venezuela se llama “calidad de vida”, un choque a la realidad cuando emigra a otro país donde encuentra gran cantidad de posibilidades en productos, lugares para visitar y es ahí, donde se da cuenta de la verdadera “calidad de vida”.
El venezolano protesta para “sobrevivir” y en el exterior protestan para “vivir mejor”. El venezolano no tiene cultura de ahorrar energía o agua, porque en Venezuela son gratuitos, cuando pasa a otro país se enfrenta a pagar cuentas por esos servicios, un choche brusco. Cambiar la cultura del venezolano será un proceso lento.
Choque con la realidad
Algunos meses atrás, visitó Venezuela. Se quedó asombrado al ver esa “Venezuela opaca” por casas grises y sucias, algunas abandonadas, carros deteriorados y chocados, la gente con ropa vieja y desteñida. Fue impresionante cuando veía festejar al venezolano porque le dieron el servicio de electricidad por ocho horas, mientras en Medellín no ha tenido un corte de luz la primera vez.
Comenta que el 25% se gana más diez salarios mínimos venezolanos, el suficiente dinero para comprar alimentación, medicamentos o productos de bienestar, pero en los supermercados no se encuentra nada, la escases es absoluta. Estas personas tienen la oportunidad de viajar a las fronteras para hacer las compras. En la frontera con Colombia, los estados Zulia, Táchira y Mérida. Los estados del centro para Aruba, Curazao y Bonaire. La zona del oriente para Brasil, Trinidad y Tobago. Cien mil pesos colombianos equivalen a trece salarios mínimos en Venezuela.
Esto ha llevado a que no se presente un estallido social en Venezuela, porque de alguna forma el venezolano se suple. Quienes ganan bien, viajan a comprar para revender a quienes no pueden hacerlo. Por eso, Venezuela, no ha llegado a esa magnitud de no tener absolutamente nada. Por eso muchos no salen a las calles a protestar, porque de alguna manera tienen dinero en sus bolsillos. El cierre de frontera, es grave, porque quienes pasan a comprar no lo podrán seguir haciendo.
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